Finalmente, Poe logró hipnotizarlo. El cuadro del enfermo era el mismo. Nada fuera de lo normal parecía haber haber ocurrido, sin embargo diez minutos después, todos fueron testigos del progreso en Valdemar: su pulso, entre 60 y 100 por minuttos, los sonidos de respiración se hicieron regulares, las manchas de su piel desaparecieron y en estudios que de inmediato le fueron hechos, todo había vuelto a su lugar correspondiente.
Los doctores D y F estaban perplejos. Poe no podía creerlo pues no era lo esperado. Mucho menos lo era la fatiga que comenzaba a tener cuando respiraba.
Ernest dijo que se sentía de maravilla, mejor que nunca; y de un salto se levantó de la cama demostrándoles a todos que era verdad lo que decía.
Transcurrida una hora, Poe seguía admirado y extrañado, y a la vez su dificultad para respirar empeoraba, tanto que sentía que le faltaba el oxígeno, por lo que los doctores resolvieron intervenir.
¡Increíble! El hipnotismo, al parecer, había resultado intercambiando la salud de ambos. Pulmón izquierdo en estado semióseo, parte de la región superior del pulmón derecho estaba osificada y la inferior era una masa de tubérculos purulentos que se interpenetraban. Además una posible aneurisma de la aorta, y más complicación. ¡Era el estado que antes padecía Valdemar!
Ninguno comprendía cómo había ocurrido aquello. Se dispusieron a estudiar el caso pero no consiguieron nada. Los doctores D y F hacían lo que podían porque sino Poe padeceria el triste final que le tocaba a Monsieur Valdemar.
Más sus esfuerzos fueron en vano. Poe falleció y Ernest Valdemara vivió unos 40 años más; lo suficiente como para llevar su historia a un libro: "El extraño caso de Allan Martin y Patrick Sanders", pues ellos nunca comprendieron lo que ocurió.
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